viernes, 28 de septiembre de 2012

Añejo discurso (Viejas cacerolas usadas II)

"Llego a esta capital desde una tierra clásica de la República Argentina que acaba de honrar sus blasones hidalgos en una épica página de heroísmo y de muerte para decir una vez más que sin libertad y sin honor, la vida no merece vivirse. El dictador que nos ha precedido en el gobierno, tenía evidentemente un concepto contrario y pensó que con ventajas materiales -dádivas y sobornos- iría poco a poco, incorporando el virus de su resentimiento hasta que la cosecha del odio patricida así engendrado, produjese como fruto natural, el exterminio de sus opositores. Parece mentira que en una tierra donde la vocación de libertad grabó tan honda huella, alguien pensara que pudiese seguir el camino opuesto y llamar a eso un sistema de gobierno, una tercera posición. Por mi parte tuve la fe en mi pueblo y estuve siempre convencido de que apenas hiciese un alto el frenesí de la propaganda y detuviese, aún ppor el mismo espacio de tiempo el aparato de la reacción, siniestra y mortífera, la libertad se volvería a mostrar con la auténtica calidad con que brilla en la historia.

Y las virutdes morales, sofocadas pero no muertas, volverían otra vez a dar la señal de sí mismas en todo el territorio nacional. El problema consistía en crear un foco de fuerzas que resistiese, aunque no fuera más de dos o tres días, la opresión del tirano, para dar lugar a que el brote del impulso heroico echase raíces en el corazón del pueblo y alcanzase a influir en un mayor número. La acumulación de fuerzas en la Capital Federal haría que fuese muy difícil dar en ella el golpe inicial.

Era necesario, pues, hacerlo en el interior pero con la ayuda de la flota y fueron elegidas Córdoba, Cuyo y las provincias del litoral, en primer término por la decisión de sacrificarse hsta la muerte, tomadas sin vacilación por gran parte de los oficiales jóvenes. Córdoba dio particularmente un emotivo ejemplo por medio de las escuelas de Artillería y de Paracaidistas, Liceo Militar General Paz y las diversas unidades que integran el conjunto de su guarnición aérea.

Durante mucho tiempo me asombró la maravillosa resistencia y espíritu de sacrificio expuesto por la juventud a la opresión, a los vejámenes y torturas de la tiranía.

Tenía Córdoba además, aparte de la situación central, los aviones, los reductos de toda clase y la convicción de que en la vieja ciudad mediterránea existían imponderables de inteligencia y voluntad que, llegado el caso, tendrían una decisiva y favorable gravitación. Y por eso fue allí donde se hizo el esfuerzo  principal.

Llevado por las circunstancias a un comando general, que no había buscado, acepté el holocausto de la juventud de Córdoba, y a una hora vino ese golpe con toda la audacia y violencia necesarias para que no se nos pudiese calificar de imprudentes, con una profunda fe en esos imponderables que deciden el curso de la historia y la muestar como el fruto no solo de la libertad de un hombre, sion tambien de la providencia de Dios. Lo demás ya lo sabe el pueblo de mi Patria. Córdoba se convirtió en un brillante faro en la noche de la tiranía y la Argentina dio al mundo el primer ejemplo de derrocar un gobierno absolutamente totalitario armado de todas las armas de la propaganda y la fuerza, secundado por una porción engañada, pero ponderable de la población, no por una guerra extranjera, sino por el amor a la libertad, el culto al honor y el sacrificio de todos.

Conciudadanos: Yo tengo la convicción de que aún siendo muy pequeños, hemos hecho una gran acción y ello muestra el designio de Dios de prestarnos especial ayuda.

Lo que haya de  resultar de ella lo dirá la obra de nuestro gobierno y la conducta del pueblo en este período memorable que ahora se inicia. Yo sé que siempre obraré con la recta intención porque así me lo dicta mi conciencia, y amo demasiado a mi hermosa Argentina para que pudiera actuar de otra manera.

pero puedo equivocarme en uno o en muchos aspectos esenciales. Aun en ese caso mi fe en mi pueblo y mi confianza en Dios me aseguran que hallaremos el camino y que, poco a poco, conun gradual proceso de adaptación, iremos perfilando la grandiosa conjunción que tanto necesita nuestra patria y todos los pueblos y que, a diferencia del Justicialismo, que sólo era una torpe caricatura de la justicia, será una combinación armoniosa de justicia y de amor al prójimo, a todos los prójimos, pero sin falla de erigir una construcción sólida exclusivamente por el imperativo de la justicia: la caridad es también función social indispensable.

El programa de mi acción provisional -que no tendrá más duración que la impuesta por las circunstancias- puedo resumirlo en dos palabras: imperio del derecho. Si las leyes existen y son justas, el camino está marcado y poco cuesta seguirlo. Si son injustas, las enmendaremos en la medida requerida por esos dos polos de la acción magna. Y si los problemas son complejos y difíciles -cuando la acción del estadista requiere algo de inspiración del poeta o del artista- llamaremos a los hombres de talento, de rectitud notoria,para que suplan con la luz que la Providencia les ha dado, las medianías de este modesto soldado que nunca soñó con erigirse gobernante ni estadista.

En materia económica, mi deseo sería poner término a la inflación por una disminución de la democracia a lo que sea relmente necesario. Los caudales públicos son producto del trabajo y no es justo erigir con ellos una casta parasitaria y ociosa que se beneficie injustamente y ante la labor de los demás. En concordancia con lo dicho, impondré mesura en los gastos públicos para reducir a lo que sea indispensable. La moneda -como símbolo de la riqueza e instrumento de cambio- debe merecer a los gobiernos el máximo respeto.

Una de las mejores formas de la injusticia es desvalorizar los frutos del ahorro y crean un ambiente de inseguridad general. Se me ha preguntado si mi gobierno respetará los pactos preexistentes. La pregunta es ociosa - pues mi declaración de que la síntesis  de mi programa de gobierno es el imperio del derecho, el respeto a la palabra empeñada y el cumplimiento de lo que se promete a los demás es parte aquí esencial del orden jurídico. La reserva acerca de la validez de los pactos contempla solamente la posibilidad de que alrededor de tales convenios existan maniobras dudosas que puedan viciarlos desde el punto de vista del consentimiento o del interés público.

Refiriéndome, en particular al problema del petróleo, entiendo que por voluntad expresa de algunos de los participantes no hay allí un proceso concluido: aprovecharé esa circunstancia para concluir una tamitación que según tantas opiniones respetables, incluso el extranjero, no nos beneficia. Haré lo necesario para conseguir los elementos técnicos necesarios para perforar por nuestra cuenta. Puede que ello implique una pequeña demora, pero llo es preferible a crear condiciones peligrosas que puedan, incluso, trascender al campo político.

En el orden cultural nuestra Patria ha estado sometida a un proceso de extremada violencia que afecta la conciencia religiosa de los habitantes. Para los que han seguido mi actuación desde que me hice cargo del gobierno no precisaría agregar nada más. Será mi preocupación constante mantener inalterable el respeto y la garantía de los derechos de la Iglesia y la conciencia religiosa de todos, sea cual fuera su credo. En lo que concierne a la Iglesia Católica, me sentiré muy feliz si la Providencia me deparase la oportunidad de poner fin a todos los malos entendidos mediante la concertación de un concordato. No tendré por qué cargar indefinidamente con la consecuencia de viejos errores, definitivamente superados por los hechos y las ideas del presente.

La educción es uno de los problemas esenciales porque en aquella está involucrada la formación de nuestra juventud y el futuro de la Patria. as en el texto de las leyes, buscaré la solución natural en el jerárquico llamado a los hombres de elevada cultura o la experiencia o reciedumbre espiritual indispensable para darnos la solución de un problema que a todos se ocultó siempre y que ha sido bastardeado por el gobierno, después de un intento de convertir escuelas y universidades en instrumentos de propaganda política y de su afán de corromper conciencias para disponer de instrumentos dóciles.

Es mi propósito inquebrantable proscribir la política en los órganos de educación. Si así no lo hiciese, el pueblo tendrá derecho a reaccionar para librarse de esta tara. La autonomía universitaria debe ser la más amplia posible y cada Universidad conformará su propia fisonomía espiritual, sin ingerencia del poder central. La libertad de cátedra es sagrada dentro de los principios esenciales que definen el orden nacional. Y cuando más se marquen y acentúen las diferencias regionales, mayhor será mi regocijo, porque podré pensar que las provincias son como otras tantas facetas del alma nacional, y que todos concurren desde los más diferentes ángulos a consolidar el espíritu de independencia y la altivez que nos debe caracterizar.

Los derechos de reunión, asociación y prensa serán restablecidos en seguida. Nada sería para mí más triste que el espectáculo de una prensa uniformada en la adulación de mi gobierno. Nadie será molestado porque me critique. Muy al contrario, siempre hallaré en la crítica, aun en aquella que muestre la violencia de ciertos temperamentos una garantía de acierto o de rectificación de los errores. Pueden tener la seguridad los que sientan vocación de luchar por el bien común, desde la prensa periódica, que en ningún país del mundo ella gozará de más auténtica libertad. Ya he dicho en Córdoba que los sindicatos serán libres y las legítimas conquistas de los trabajadores seran mantenidas y superadas.

Tanto como la de mis compañeros, deseo la colaboración de los obreros y me atrevo a pedirles que accedan a mí con la mismo confianza que lo hacían con el gobierno anterior. Buscarán en vano al demagogo, pero tengan la seguridad de que siempre encontrarán un padre o un hermano.

La libertad sindical indispensable a mi juicio para la dignidad del trabajador, en ningún modo significará la destrucción de los instrumentos de derecho público labrados, necesarios para el ordenamiento profesional. A mis hermanos de armas les reservo la mayor suma de esfuerzos y sacrificios para restaurar los prestigios de las Fuerzas Armadas. Ello se conseguirá -como ya lo he dicho- si cumplen con modestia y decoro la función de tutelar las leyes. El que tenga vocación de enriquecerse que se aleje cuanto antes de nuestras filas.

Misión es la del soldado luchar siempre, en la paz y en la guerra, para la reparación del orden. Su premio no es el dinero sino el engrandecimiento de su pueblo y el orgullo de su honor intacto. Con la doble responsabilidad de la lucha armada y la del gobierno.

Estas palabras pueden no expresar minuciosamente todo mi pensamiento político ono guardar un orden adecuado. No me preocupo por ello. El pueblo debe aprender a gustar en mis actos más que en mis palabras; el testimonio de que estoy exclusivamente a su servicio con toda mi vida y con todas las fuerzas de mi alma. Nada más, señores."

Eduardo Lonardi
 de división
General de la Fusiladora
Buenos Aires 23/09/1955
En "Medio siglo de proclamas militares"
 

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